lunes, 20 de septiembre de 2010

Elogio del fisgón

Un texto donde traté de articular algunas cuestiones psicoanalíticas con la ética del espectador...Para la revista Algebra & Fuego



ELOGIO DEL FISGÓN

Un hombre se aburre en su casa. Está inmovilizado en una silla de ruedas con su pierna rota. Es fotógrafo, le gusta mirar. Desde su ventana se observa el barrio, se ven otras ventanas. En cada una de ellas una historia tiene lugar: alguien sufre su soledad en silencio y recibe visitantes imaginarios. Una pareja de recién casados estrena departamento. Otra mujer nunca está sola, tiene demasiados pretendientes pero nadie parece amarla realmente. Mas allá un matrimonio soporta la ausencia de su hijo tratando al perro como si fuera éste. A la izquierda un pianista alcohólico compone y toca una y otra vez la misma melodía. En otra ventana algo más ominoso se adivina: un hombre llamado Thorvald parece haber asesinado a su mujer. El fotógrafo mira, observa, espía y saca conclusiones, sufre y se interesa. Ese hombre es Jeff, el protagonista de Rear Window (La Ventana Indiscreta. A. Hitchcock 1954), y cuando vamos al cine todos somos él.

En Rear Window el mirar se muerde la cola: miramos a alguien que mira, es mas, varios personajes comienzan a mirar. El virus de Jeff se expande, su novia Lisa y hasta su enfermera se implican en las maquinaciones del fotógrafo. La hipótesis es simple, la moral es cristiana, como siempre en Hitchcock: si la Sra. de Thorvald “sólo está de viaje,” como afirma el policía que investiga el asunto, entonces en su casa no puede estar el anillo de bodas, ya que ninguna mujer viaja sin su anillo de casamiento. Allí, hasta el departamento de la supuesta víctima se arriesga a ir Lisa, en la búsqueda metafórica de ese otro anillo tan deseado por ella, ya que la hemos visto hostigar a Jeff durante toda la película con su deseo de casarse. Finalmente, en una escena maestra, llega Thorvald a su departamento justo cuando Lisa encuentra el anillo. Jeff llama a la policía para evitar que el asesino cometa un segundo crimen, Lisa está en problemas, pero sabe que desde las sombras Jeff está viendo el desenlace. De espaldas a la cámara le muestra a su amado la mano con el anillo de la víctima. Los policías no advierten ese gesto, Thorvald sí. En ese momento descubre que hay otro mirando la escena. El desenlace ocurre cuando enfrente a nosotros el asesino, mira desde el fondo de su casa-ventana a Jeff.

Lo ve, lo mira, nos mira.

Jeff deja de ser un espectador, ya es un personaje de la trama.

El efecto es el mismo que produjo el cuadro Las Meninas a uno de sus primeros espectadores, al poner en el mismo punto a éste, a los reyes y al pintor mientras lo pintó. Fruto de la mirada que atraviesa la tela, somos el modelo, estamos dentro del mismo espacio, participamos de la obra gracias al juego de las miradas. Aquél espectador, asombrado preguntó: “Y donde está el cuadro?” sin percibir que por lo señalado él formaba parte de aquél.-

Este es el mejor ejemplo para ilustrar lo que Lacan trabaja con respecto a La mirada en el Seminario 11. Esta estará siempre afuera, en el objeto. Mas que mirar, soy mirado. Captado por aquello que entrampa a mi visión, soy el cuadro: ese punto paradójico socava nuestra posición de observadores neutrales, objetivos y nos ata al objeto observado. Este es el punto en el cual el observador queda incluído, inscripto en la escena observada, en cierto sentido es el punto desde el cual el cuadro nos mira, nos devuelve la mirada…”(1)

Aquí es que quiero detenerme para que Uds. Enlacen esta mirada viniendo desde afuera con aquella que existió en el principio, antes de la identificación especular, antes de que el asentimiento que constituye al Yo le haga ignorar que más que mirar es mirado. Parece raro, pero los que leímos a Lacan estamos acostumbrados a pensar esto en relación a otra pulsión, a la invocante y es que antes de hablar fuimos también hablados, es más fácil de entender o más familiar de oír, se habló antes de nosotros, antes de nuestro nacimiento, incluso de nuestra concepción. Cuando hablo creo que digo lo que quiero, pero no hace falta mas que yo le diga un piropo a una señorita y reciba o un carterazo o una sonrisa para saber que el sentido de lo que dije, al igual que la mirada, me viene desde afuera. También nos olvidamos de ello, sería imposible vivir sintiendo que todo lo que digo me viene desde Otro, como le ocurre al sujeto en la Psicosis; y es a su vez porque es así que hay Psicoanálisis, hay una hiancia entre el decir y el querer decir en la que se instala la escucha del psicoanalista.

Cuando Jeff es visto y deja de ser espectador se rompe bruscamente nuestra identificación con el personaje en tanto fisgón .Los últimos vestigios de que somos Jeff los observé proyectando el film frente a un grupo de alumnos. En el preciso momento en que la mirada de Thorvald se dirige a Jeff, varios de los alumnos hicieron el ademán de esconderse.

Es así que por esta vía y mientras Jeff no es descubierto nos identificamos con él en el plano más íntimo que éste tiene de cinéfilo: el que mira sin ser mirado.

Una vez que Jeff es visto debe cambiar de lugar, hacerse cargo de su mirada.

Quedamos así protegidos de tener que responder la pregunta que el asesino le dirige a Jeff.: ¿Qué buscas, qué quieres de mi?. Pregunta que interpela al deseo del que mira: ¿qué placer, que secreto goce obtiene usted de este asunto?. Para algunos lo que atrae la mirada de Jeff por sobre las otras ventanas es que el asesino pone en escena su fantasma de deshacerse de su propia mujer, Lisa, a quien desprecia, considerándola una snob, aunque no impide que tal pregunta nos interrogue, atosigue, persiga, fuera de la sala de proyección, en tanto neuróticos, ya que es la pregunta que el Psicoanálisis ubica en la aparición misma del deseo[2] : Che vuoi?, que quiere el Otro de mí, qué me quiere el Otro? podríamos decir , forzando un poco la traducción. A esa pregunta se enfrenta el sujeto en su constitución fantasmática y es con la que se topa, claro, en todo análisis.-

Asi es que quizás no debemos quedarnos tan tranquilos, ya que si bien no fuimos descubiertos, como Jeff, tarde o temprano llegará otro Thorvald, el nuestro. El que nos preguntará finalmente a la salida del cine ¿Qué deseo nos convoca a mirar, a seguir mirando…………?


Carlos Egaña



1) "Mirando al sesgo" Zizek



[2] J.Lacan Escritos 2 :Subversión del Sujeto y Dialéctica del Deseo pág 794.Ed SXXI

1 comentario:

  1. me acuerdo de esa ponencia, Egaña. Yo pregunté una pelotudez y vos me miraste como a un ser abyecto. Maestro!!!!

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